Paredes de palabras, muros. La voz de un Cristo tolteca. Muros de lamentos. Tragadores de estadísticas. Ojos de led.
Me llevo de este mundo, la música de Fripp, el rito prohibido, el instante de triunfo, la cálida piel y el olor de libros y jazmines. Dejo odas al bosque y al jardín zen. Es mas que obvio que me despojo de dolores de huesos y los del alma. Todo lo demás no es mi fiesta. No hago rondas tomado de manos, que ni me importan. A veces veo de noche volar en el cielo un ave oscura y pesada.
Me pregunto: ¿A donde vuela?
A
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