No hay superficies lisas, al tacto se puede notarlo
ese tacto que se ha perdido. Tal el de la madre con sus hijos,
el del hombre con la mujer, el de toda sociedad.
Amparados en el jubilo de nuestras pasiones,
encendemos hogueras entre unos y otros.
Creemos que tal fuego proviene de algún bando,
pero siempre proviene de nosotros.
Así las historias se cierran el laberínticos juegos,
olvidando la llave de la puerta del secreto.
Hoy veo frente a mi y huelo jazmines de primavera,
pero se muy bien, que toda belleza es echada al fuego,
al buscar lisos tactos, olvidando siempre,
la singularidad de las diferencias.
A
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