Trato de vencer mi ultima cobardía, aquella de escapar de un aroma o un reflejo sobre algo tan encarecidamente conocido, que es casi imagen de si. Aquellos que hablan de trascender todo, siempre advierten de la trampa de los sentidos. Que cual enjambre de sirenas desvían de la travesía hacia la mítica Ítaca. Pero yo, me se de cierta isla, con mechones de recuerdos de infancia, olor de barrio, misterio de terrazas en la noche. No puedo buscar sino, en aquello que un punto sublimo las penas de la infancia. El tiempo que ya debilita mi aire, trae algo mejor que aburridos cielos de átomos y órbitas de spin perfecto. Yo solo se que ahí, en tiempo de declive, aun puedo oler una sonrisa y ver al diablo en un ropero. El tiempo es un tirano cruel, pero el ojo de poeta superando recurrencias, sabe recortar momentos, asociar presentes. Ver desde cierta altura, sea con alas de ángel o asomado de algún balcón, desafiando perspectivas y hasta propiedades privadas en los sueños. Tan solo por ver con ojos de niño, cabellos como trigales en tu icono imposible, de la puesta de tiempo. Porque aquí no hay viejos navíos, ni quedan tranvías, en las vías desoladas. Así que tenso las velas de este barco viejo y fantasma que recorre las veredas donde siempre estuvo Ítaca.
Alex
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