Hoy por la avenida la memoria asomaba sobre tiempos idos, los de la dicha, los del dolor. Puedo transitar sin juicios, andar y desandar entre el tejido. Elevar mis manos al cielo y realizar el intento de los días. Aun así, incluso reforzando fuerzas, el hecho de saber siempre tiene sabor a nostalgia. Una suerte de extraña alegría con acento melancólico. Porque cada intento quita algo para que algo ocurra. No celebro fiestas, pero cada día tiene algo festivo. No me destroza ya la tristeza pero cada ocaso tiene algo de ansia. No soy enteramente el yo, pero se me culpa de serlo. No soy íntegramente el ser, pero se me acusa de maestro. Venzo todos mis temores y arremeto a pesar de la muerte. Pero siempre un nuevo recelo aparece. Busco el dialogo con aroma de vida e ideas. La pureza y la profundidad. No he cortado lazos con discurrir. Pero los diálogos están yertos de retorno. Entonces silencio y paciencia acuden. Miro el cielo de la tarde. Tan azul, tan inconmensurable. Veo así como todo es posible. Y en un singular vuelco, Dionisos tiende su mano y ofrece su copa.
A.
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