Hay la herida que abarca el cuerpo. Pero cuan extensa la que abarca alma. Se levanta intrépida y hasta encara al cielo. Combate diablo volviéndose orco. A medida que crece, espíritu se vuelve fuerte. Y aun mas fuerte cuando al fin aprende a bajar la testa. Toda esta fuerza, nace siempre y culmina en un mismo día. Repitiendo su cantar, como se repiten las mañanas. Resiste análisis a poncho y filo. Porque en definitiva, se trata de nacer y morir cada día. No de darle razón a toda cría de avispero. Si no fuera por la herida, no vería la belleza del instante y nada me impulsaría a buscar otra vez una mañana. Y de momento a momento, se abre entre las nubes, ese claro donde se cuelan la risa y la ternura.
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