Eso de no haberme adaptado no ha estado tan mal. Salvo haber andado algunas décadas perdido… Duelos, una nariz rota, algunas costillas fisuradas. Valio la pena el viaje. El reto. La maravilla constante. Este espíritu inquieto vive en integridad. Como el amor hoy. Un inmenso y calmo océano, por dentro turbulento que me ha elegido y que yo también elijo.
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