sábado, 18 de junio de 2022

De lo esencial y lo vano

 


La virtud del escribir para algunos es festiva. Para otros adolece estética. Pero para este humilde servidor, debe tener sentidos. En especial el receptivo... Lo melancolico y lo gracioso, no debe faltar. Lo mismo que tampoco profundidad ni contundencia. Más ante todo sentido. Y tantos como un laberinto, o como gotas de lluvia o incluso, hasta como la mismisima guerra en Troya. Caso contrario, no perdurara ni la misma letra. Será despojo. Y uno arcaico. Como esos extraños fragmentos de vidrio apechonados que bautizaron tectitas. Cada uno distinto, como copos de nieve. Como sueltas letras sin palabras. Residuos de tiempos idos. Sensualidad de otros ángeles.
Envidia y arrogancia son también lenguaje comprensible. Más nunca conveniente. Hablan de quien atesora en su bodega colección de intolerancia. Común en el esteta. Más raro en esencialista. La belleza tiene muro radiante. Pero envidia es paredón vacío, ese que no se sabe pintar. El lienzo en blanco nunca aprovechado. Tectitas de una vida no vivida…
Hoy he visto bajar del tren a una pareja de ciegos y luego ser ayudados por transeúntes a subir a otro transporte. Eso no es carencia de sentidos. Es desarrollo de unos otros sentidos. Nunca he visto a quien padece en Dis, capacidad, envidiar, a quien conserva aun capacidad de su sentido. No he visto tampoco a los tan sentidos, envidiar a no videntes. Envidia tiene todos sus sentidos, mas carece de horizonte.
Hay quien oye esa voz de las estrellas. Hay quien busca padre pero al mismo tiempo lo detesta. Sin embargo el carmín cielo, en cada anochecer como buen padre cubre a todos. Desde el que hila letra y palabra, hasta quien lanza su mensaje sin papel en vientre de botella. Residual y sórdida ebriedad, ausente de licor y de añejo vino. La misma presión crea a la tectita y también al diamante. Pero cada cual sabrá lo que entiende y aquello que desea entender. Es eso lo que hace a la calidad, o por el contrario, a su ausencia.
A


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