No soy como quien se sienta a cantar en las iglesias al estilo de fogón desafinado, ni tengo halo marxista de sentir que todo es pueblo en fiesta. Terminal sin ataduras, me pierdo entre gentío, y a veces sentado en desolado acantilado, amando la bruma y las mareas. Inquieta e incierta añoranza que voltea mi cabeza al cielo de la noche, para ver los búhos surcando estrellas.
En singular abismo me perfilo y a través de la niebla, soy quien salta al vuelo y en deslizante sensación, me contemplo debajo observando. Sucede igual algunos días. La puerta del laberinto se abre y ya no hay adentro ni afuera.
No hay grito que no escuche, pero mas me pueden las entrañas.
A
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