Profusión de torres y cúpulas. No te das cuenta de su cantidad, hasta que la atravesas por autopista. Ya por Corrientes o Rivadavia, te cansas de alzar la cabeza. Difícil saber si esto obedece a extraña plegaria al cielo, por hundirnos tal al sur. Una suerte de fijar un eje, entre tanto desarraigo. Torres de iglesias, domos, miradores... Simetrías excelsas que hacen cierto guiño hacia lo alto. Y yo que se este lugar mi casa, mi raíz, corcovando angustia en páramo poblado. Que no por estar tan habitado, deja cada tanto cierto sabor a desolado. Aun se ve gente en los cafés, aun desde lo alto la mirada puede anclarse en el río lejano, o desvanecerse al sur hacia Lanus. Viejos ferrocarriles ingleses, somnolientas estaciones de aledaños. Librerías populosas, noches aun con arte. Pero no se porque tantos fantasmas. Hay veces que al andar, el pasado asalta obstinado. Busca quebrar rodillas y hacer que la boca bese el suelo. Yo pienso que tal vez el gran río se lleve al fin las penas. Pero no es posible, porque es aquí que desemboca. Y todo lo que arrastra, indefectiblemente nos anega, como el sol en la hora del ocaso.
A
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