A Dorita no le importo que era lo que se veía en el cielo, ese atardecer de Febrero. Ahí estaba sin saber si esa esfera plateada fija en lo alto, era un globo o la fuente del tornado. Pero ella ahí clavo la mirada. No había jeroglíficos que leer. Una gota de mercurio perfecta. Sintió como si el silencio fuera todo. Un koan que no estallaba. Tan abstracto como las luces de un boliche. Tan distante de quienes por la vereda no alzaban la mirada. Es extraño, nunca te conocí. Solo vi a través tus ojos. Pero, supe que si volvías a Kansas, esta ya nunca seria igual.
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