Conocí casas que albergaban y conocí aquellas como hondo laberinto, así extraño y muy perdido, como esta tarde desolada, como entre agonía y puñal. Supe de llantos escondidos, de hambre compartida, de intemperie mal parida y más que casas son veredas, son la ausencia y hierba buena, son la amarga enredadera y esa lluvia en el camino, que sin techo y sin nido, un día pega mal. Hay recuerdos como duendes, como transa sin bolsillos, como cerca sin ladrillos, como noche bien perdida, añoranza y desazón. Pero hay también la vida entera, hay la flor de primavera, hay aromas y los prados, hay los besos perfumados, las palabras y sonrisas, los techos protectores, claraboyas sin dolores, noches bien sudadas y las manos agarradas, brisa, empeño y caricias, de sabanas y piel.
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