La vida ha puesto a algunos ante sus luchas. Apocalipsis personales. Hacen mas frustrante, sobrellevar el colectivo. Pero que te puedo decir. He sido siempre alguien con cierto optimismo, fe. Se, desde ese saber de contemplar, que cada fase solve, (personal o colectiva), purifica. Eso permite el coagular mas tarde, un algo mejor. Y el Todo, como divino alquimista, realiza su obra día a día. El Espíritu sigue su cernir sobre aguas. Que silencioso y a suave calor va, empollando la vida de lo nuevo.
Belleza y poesía también siguen su curso. Difícil contemplar maravillas estando sumidos en dolor. Pero eso es justificable. Lo absurdo, lo no comprensible es no ver belleza por habernos vuelto perpetuos distraídos. Eternos campeantes de la proeza insignificante. De temores cotidianos. Del absurdo prejuicio de no asir un rayo de sol y elevarnos. Salir un instante a las estrellas. Ver el barro desde arriba.
Se que hablar de robar un beso, carece hoy de su viejo sentido. Ahora se entiende extraño y hasta literalmente como hurto. Como si en verdad hubiera tropel de ladrones de caricias.
El lenguaje muta. Mutan las gentes y sociedades. Se disuelven. Y así a cada vuelo de cuervo, le sucede el de paloma. De lo pútrido nace lo abarcativo. Intelecto y espíritu. Así, águila y paloma al fin vuelan juntas.
Se que hoy muchos se encierran en cubil, como gato en una caja. Ya no se deambula por las cornisas. Ya no hay mas fugas por las ventanas. Estos sueños distan de aquella eterna realidad. Quimeras y pesadillas, tapizan paredes en las calles, El oro de un sol y el rayo de luna solo danzan misterio entre ramas, estanques y tejados.
Pero será el día en que las manos vuelverán a asir moras de la calle. Volverán a mojar las manos en rocío. Cuando el gallo cante muy temprano, antes que asome la estrella vespertina. Antes de que el buen sol alumbre los prados; antes que todos los sueños se vuelen en aves a manos de aurora.
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