Estamos tan enquistados en nuestras posiciones que nos hemos vuelto incapaces de dialogar con el semejante cuando piensa de otro modo. Nos ponemos antagónicos, combativos, despreciativos, soberbios, irrespetuosos, violentos y hasta psicópatas. Vemos enemigos y monstruos ahí afuera. Es cierto a veces hay enemigos y monstruos. Pero no son tantos como creemos. Quizá, si miramos por dentro, encontraríamos los monstruos que creemos ver afuera. Nuestro odio, nuestra ausencia de empatía, nuestra incapacidad de dialogo con el que no piensa igual, nuestra propia violencia, indolencia y necedad. Para que una sociedad sea madura es importante que cada individuo madure y crezca, y no esperar que sea el otro el que lo haga. Soy muy escéptico en tanto a nuestro futuro, y lo soy por ver nuestro infantil y sórdido comportamiento. Incapaces de ir al encuentro con el otro, de aceptar discrepancias y lograr unión. Se que estas cosas terminan cayendo sobre quienes las generan y traen un dolor colectivo inimaginable y se cuantas lagrimas se derramaran por estos errores. Hago mio lo dicho por el poeta: "Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti".
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